Compartir la mesa, compartir la palabra: Conversaciones con escritorxs en lenguas originarias en torno al acceso a los sistemas de producción editorial contemporáneos en México SOY UN HOMBRE CISGÉNERO mexicano de 39 años. Soy homosexual, y lo he sido públicamente desde 2000. Aprendí a leer y a escribir en español en mi hogar como en la escuela, tan sólo por haber nacido en un territorio que arbitrariamente se le designó como México, de acuerdo con su acta de nacimiento o constitución política que lo acredita como estado-nación. Desde que aprendí a leer y escribir sé que mi nombre y mis apellidos se escriben y se leen en castellano, lo cual sólo viene a confirmar lo que ya dice mi tono de piel: soy un hombre cisgénero mexicano mestizo. He podido construir esta concepción de mí a partir de un ejercicio de perspectiva a conciencia y también asumir que semejante definición implica un privilegio tremendo que provoca un sesgo en la manera en que entiendo el mundo, haciendo unos fenómenos más visibles que otros. De estos 39 años que les hablaba, tengo apenas dos viviendo fuera de México. Y en tan solo ese desplazamiento me he enfrentado a situaciones en las que el privilegio de ser un hombre con un tono de piel mucho más claro que el del resto del a población han operado siempre a mi favor en complicidad con el entorno. Ese privilegio que me ha permitido navegar por la vida sin temor a equivocarme, porque si me equivoco, ¿quién me va a cuestionar? ¡Nadie! De participar agitadamente en todas las conversaciones. Obtener el empleo que me propusiera en posiciones gerenciales o directivas con facilidad. Publicar en todas las revistas literarias. Aparecer en todas las antologías. De expresar mi opinión libremente al respecto de las cosas en las que creo, basado siempre en mis convicciones. Y, por supuesto, a hacerme del capital cultural que sencillamente por el hecho de ser hombre me pertenece. Ocupar mi lugar en El Discurso. Ese lugar que por derecho divino me corresponde. Sin duda hay muchos más varones mexicanos aún no advierten el privilegio de serlo en este siglo. Con esto en mente lxs invito a considerar frases que he recibido de gringxs como “I <3 Mexican food/Mexicans are hot”, “You cannot be racist against Mexicans, because Mexicans are not a race”, “This is America, we speak English here” entre otras muchas insensibles y odiosas por el estilo. Con esto en mente los invito a vivir escuchando la retórica del Partido Republicano encarnada en la verborrea de su candidato las veinticuatro horas del día en todas partes, y verse forzado a reconocer que el sentimiento antimexicano no se puede impugnar, aunque resulte ofensivo, porque está garantizado constitucionalmente por la enmienda que enaltece la libertad de expresión. Ese odio implacable que el presidente Enrique Peña Nieto ha validado al invitar a Donald J. Trump con recibimiento presidencial, en un acto que aún no se alcanza a explicar con suficiencia. Por primera vez en mi vida el color de mi piel no está jugando a mi favor. Mi supuesta masculinidad (mi estatura, el ancho de mi espalda, mi barba, el tono grave de mi voz) no me sirve para acceder a las mismas prerrogativas. Ha sido la primera vez que mi privilegio se ha visto inoperante, vulnerado, anulado. Nunca en mi vida había experimentado lo que en sí significa ser un ciudadano de segunda categoría. Nunca en mi vida había estado tan consciente de la existencia de las estructuras invisibles del sistema de exclusión. Jamás podré igualar ni remotamente comparar mi experiencia con la de mis pares que escriben en lenguas originarias. Pero puedo decir que al ejercer mi carrera como escritor bilingüe en inglés y español he sostenido experiencias en las que este bilingüismo me ha permitido percatarme de las fluctuaciones entre las hegemonías de uno y otro idioma en tanto al poder político que ejercen justo en torno a las dinámicas sociales y económicas que emanan desde la frontera entre los EEUU y México. Es en la órbita de estos ámbitos de las comunidades fronterizas en que he podido involucrarme en algunos esfuerzos que promueven el acceso de las obras de autorxs que escriben en español a los sistemas de producción editorial en los EEUU; entendiendo éstos como todos los espacios que generan la difusión del trabajo literario como son series de lecturas, formación y educación, publicaciones individuales y colectivas, revistas, blogs, etcétera. En algún punto de estas conversaciones, alguien a quien le agradeceré toda la vida me hizo notar que mi defensa del español en los EEUU era tal vez muy similar a lo que enfrentan lxs escritorxs en lenguas originarias en México y el resto de América Latina, así como lxs escritorxs en lenguas nativas en los territorios colonizados de todo el mundo. Es justo tras ese análisis que mi visión de la escritura se ha transformado hacia una práctica que tiene que abrir el panorama hacia un horizonte más inclusivo, en un esfuerzo por contrarrestar las supremacías excluyentes. Una visión que corresponde a la de un individuo que ha transitado por los extremos de la carga política de una lengua, desde el lugar en donde ser hispanoparlante equivale a estar en la cima del privilegio, al polo opuesto en donde se le considera como un idioma más de los que hablan los grupos oprimidos. El español en los EEUU pasa de ser la lengua del conquistador y del proyecto vasconcelista de la supremacía mestiza a ser una lengua de las minorías. Al cruzar la frontera, el español deja de ocupar su lugar estelar en el lenguaje público como lengua de estado y se retrae a la intimidad de los espacios domésticos y a los ámbitos familiares privados. La relación que en los EEUU entablan el inglés y el español es muy similar en mucho más de un sentido a la relación que guarda el español con las lenguas originarias que coexisten en diversas latitudes de México y de Latinoamérica. Así lo retrata la escritora chicana cuír Gloria Anzaldúa cuando se refiere a uno de sus mayores temores hacia el fin del siglo pasado: By the end of this century, Spanish speakers will comprise the biggest minority group in the U.S., a country where students in high schools and colleges are encouraged to take French classes because French is considered more “cultured.” But for a language to remain alive it must be used. By the end of this century English, and not Spanish, will be the mother tongue of most Chicanos and Latinos. [2] Curiosamente el paradigma de Anzaldúa no alcanzó a ver el futuro en su totalidad, el advenimiento del neoliberalismo. No contempla en su augurio la migración de los miembros de los pueblos indígenas en su valoración del futuro de las lenguas de lxs chicanxs. Desde luego en esto opera la supremacía de las lenguas coloniales que ha impuesto la borradura de lxs hablantes de las lenguas originarias en contextos migratorios, al igual que la supremacía mestiza que jugó un papel fundacional en la proyección de la identidad nacional a manos de intelectuales orgánicos como José Vasconcelos a en el periodo del México independiente. Gloria Anzaldúa, sin embargo, acierta al profetizar que serán lxs hispanoparlantes la primera mayoría en EEUU. Hoy, en California, la tierra de Anzaldúa, lxs Latinxs ya hemos superado en números a la población caucásica. El futuro que dibuja Anzaldúa es moreno, y ha sido justo el fundamento para la paranoia de los sectores conservadores que esparcen la narrativa de la amenaza latina y el sentimiento antimexicano, horrorizados ante la posibilidad de que lxs blancxs se conviertan en una de las minorías que históricamente han sido oprimidas por la supremacía y el privilegio de la piel blanca. Pero en los binarios nacionalistas que producen tensiones entre angloparlantes e hispanoparlantes, mexicanxs y estadunidenses, se borra la existencia de lxs migrantes que hoy viven en territorio estadunidense provenientes de comunidades de las culturas originarias que habitan en el territorio así llamado mexicano. la frontera es una realidad históricamente cambiante producto de complejas dinámicas establecidas por los diferentes grupos sociales que se movilizan a través de ella. La frontera, así entendida como un proceso múltiple, supera la concepción unidimensional y fija de los estados nacionales preocupados por establecer los límites entre diferentes territorios de soberanía y sus correspondientes identidades nacionales. [3] Al habitar en esta frontera, numerosas inquietudes y preguntas surgieron del análisis de estas interacciones de muy complejos matices y dinámicas en las intersecciones de raza, lengua, nacionalidad y cultura. Preguntas que aún no alcanzo a responder, y que hoy comprendo que en realidad no puede haber una respuesta única. Estas interrogantes sólo pueden responderse desde una perspectiva comunitaria, que celebre la pluralidad antes que la homogeneidad. Fue a raíz de una conversación con integrantes de Antena, un colectivo de activismo literario y artístico basado en Los Ángeles y en Houston, que me enteré de la existencia y definición del concepto de la “justicia del lenguaje”. Es así como alcanzo hoy a articular esta primera respuesta intelectual ante el mosaico multilingüe que ocurre en el estado nación que lleva por nombre México. Antena define la justicia del lenguaje como: el derecho que tienen todas las personas de comunicar(se) en el idioma en el que se sientan más cómodas. En comunidades multilingües por todo el mundo, el diálogo a través de diferencias de idioma sólo se hace posible mediante el uso de estrategias para superar estas diferencias. El lenguaje nos impacta en una multiplicidad de niveles. Se trata de un fenómeno que es a la vez íntimo y exterior, tanto familiar como cultural, profundamente conectado a nuestros pensamientos más íntimos y, visible, en todo tipo de contextos públicos. Soñamos con el lenguaje, cantamos con el lenguaje, pensamos con el lenguaje. Es el lenguaje lo que crea nuestras canciones de cuna, nuestras historias, nuestras bromas. Utilizamos el lenguaje para nombrar nuestra comida, nuestros pueblos, nuestrxs familiares, nuestrxs amigxs, nosotrxs mismxs. El lenguaje es personal, visceral, y poderoso; está ligado a nuestras tierras, a nuestros cuerpos, a nuestras relaciones y a nuestro conocimiento. Cada vez que hablamos o hacemos señas con nuestros acentos y dialectos particulares, nuestra sintaxis y ritmo, nuestras cadencias e inflexiones, nos identificamos y conllevamos nuestra historia social y experiencia personal. [4] Es en la interacción de las sociedades multilingües justo donde es más notable la operación y proliferación de estructuras asimétricas que privilegian la supremacía de la lengua de la cultura colonial por encima de las lenguas de las culturas subalternas. Y no sólo es en esa manera en la que se ve privilegiada una lengua sobre las otras. En el posicionamiento del español en Latinoamérica como lengua de estado en diversas sociedades del hemisferio se encuentra la razón de su supremacía por encima de las lenguas originarias del continente. Las expresiones en lenguas distintas a las occidentales quedan reducidas a “espacios distintos” donde, como señala Yásnaya Aguilar Gil [5], lxs mestizxs hispanohablantes imaginamos, que ocurren las literaturas en lenguas originarias, cada una con su propia industria editorial, academia, crítica, traductorxs, estímulos, becas y subvenciones, audiencias y lectorxs, y formación de canon; es decir, literatura entendida como un sistema con múltiples procesos. En México, la industria editorial existe sólo en función del español con algunas muy notables, aunque también contadas, excepciones. Es por esta razón que la escritora y activista mixe postula con contundencia que, ante la nueva descripción constitucional del país como una entidad multiétnica y plurilingüe, las estructuras y extensiones orgánicas del canon literario concebido como literatura deberían aplicar en el mismo sentido y sin mayor distinción con las lenguas distintas al español y que interactúan en un mismo territorio: Si aceptamos la idea de que en la literatura no existe tal cosa como “progreso” en el tiempo, entonces se podría promover, al menos como ejercicio, que los espacios, los sistemas de apoyo a la creación literaria, las antologías y los premios de literatura mexicana fueran multilingües; la novela de Sol Moh, primera novela escrita en lengua maya, podría competir en los premios de novela junto con aquellas escritas en español. Los jurados bien pueden ser multilingües también, después de todo, según entiendo, el jurado que otorga el premio Nobel de literatura no leen siempre la obra de los candidatos en la lengua original. La literatura mexicana, y todos los elementos que conforman ese sistema, tendría que ser diversa lingüísticamente puesto que la literatura que se produce en México ahora lo es. Literatura multilingüe en un país multilingüe. [6] En la modificación al texto constitucional, que hay que decir también que ha sido el resultado de los esfuerzos de miembros del magisterio bilingüe que desde los años noventa han buscado la reivindicación de estas lenguas, se encuentra inherente la posibilidad de que las extensiones y los procesos de los sistemas de producción editorial deban ampliar sus esquemas hacia la inclusión de las escrituras en lenguas originarias. Pero esto no ha sucedido cabalmente en la realidad. Al momento se puede decir que existen esfuerzos aislados, pero no existe una parte específica de la industria editorial dedicada exclusivamente a la producción editorial de literaturas en lenguas indígenas. No se han aprovechado la diversidad de experiencias culturales entre los distintos pueblos dentro de la producción y difusión de los bienes culturales de la misma forma en que se ha hecho con la producción cultural en español. Hay algunos intentos aislados desde el estado y desde algunos sellos de la industria editorial, pero es necesario un esfuerzo colectivo, una visión comunitaria de la literatura para alcanzar a cubrir el panorama que se compone de una enorme y plural complejidad. Es partiendo de estas nociones de inequidad y asimetría que Antena considera necesario difundir y hacer conciencia sobre la necesidad de activar estrategias para la justicia del lenguaje en comunidad. Antena considera en consonancia con otrxs autorxs en lenguas indígenas que esta es la ruta para propiciar que individuos con distintas visiones del mundo convivan y colaboren en beneficio de sus propias comunidades. Y es justamente a partir de la enunciación del plural implícito dentro del concepto de comunidad que lxs escritorxs en lenguas originarias han expresado la trascendencia de la justicia del lenguaje: la justicia para el colectivo o los colectivos que hablan una misma lengua, desde la facultad para dialogar en términos de iguales. Cuando nos reunimos para dialogar, es importante que podamos expresarnos en el lenguaje que transmita más plenamente la profundidad y los matices de nuestras esperanzas e ideas, nuestras frustraciones y preguntas. Y es importante que nos sintamos respetadxs como participantes—no sólo por lo que tenemos que decir, sino por cómo lo decimos. Por estas razones, las estrategias para reducir las brechas del lenguaje son esenciales para cualquier esfuerzo que verdaderamente busca incluir a personas de diferentes culturas, diferentes orígenes y diferentes perspectivas. [7] Entendida la literatura como un acto comunitario del lenguaje que se involucra con el plural de la frase “nos reunimos para dialogar”, hace que estas palabras de Antena resuenen con el enfoque que Cherríe Moraga imprime en su escritura como mujer chicana cuír al decir: “Remember you live in a community. You have a responsibility to be accountable to your ancestors and to your community as well as yourself”. Y es en ese sentido que creo debería ser tarea de todxs lxs integrantes de una comunidad (la literaria en este caso) el rendirle honor desde el ejercicio que desempeñamos para fortalecerla con el empeño cotidiano. Dicho de otra forma, asumir el compromiso social que plantea la literatura como una expresión estética comunitaria. En tanto a la exaltación de este concepto de comunidad, y a garantizar la perdurabilidad de las culturas que forman parte de esta comunidad, ¿quiénes tendrán el suficiente conocimiento y afecto por la comunidad como para custodiar los elementos que componen sus culturas? ¿Cómo amar o valorar lo que se desconoce? La educación es uno de los canales importantes para la perpetuación de las tradiciones, las costumbres y la cultura, pero también del conocimiento y de las tradiciones orales que provienen de una epistemología distinta a la del mundo Occidental. Pensar entonces en una educación bilingüe sería pensar en una solución incompleta ante los obstáculos que representan las limitantes que podrían surgir dentro del diálogo intercultural en las comunidades multilingües. El escritor nahua Natalio Hernández ha reflexionado en torno a la necesidad de una educación bicultural desde su perspectiva basada en su experiencia como facilitador y promotor de la alfabetización en la escritura bilingüe. Sylvia Schmelkes, investigadora del Instituto de Investigaciones Educativas del Instituto Politécnico Nacional, se expresa de esta forma sobre las ideas de Natalio Hernández en torno a la necesidad de una educación intercultural más que una educación meramente bilingüe: Natalio, a partir de su ser indígena, de su experiencia vivida críticamente como educador indígena, con su característica sensibilidad y con aguda visión de futuro, propone transitar a la educación intercultural bilingüe. Ésta sí representa una ruptura sustancial. Porque ya no se trata de una educación para los indígenas. Ni siquiera de una educación de los indígenas. Se trata de una característica de la educación nacional: la de ser intercultural. Toda nuestra educación debe prepararnos a todos, indígenas y no indígenas, a conocer, a comprender, a convivir, y ante todo, a respetar, como iguales, a quienes tienen orígenes étnicos y pertenecen a culturas distintas. En México convivimos los mestizos con al menos 56 etnias originarias -dueñas originales de las tierras que habitamos-. [8] La educación intercultural tendría que estar enfocada a atender al grueso de la población de las regiones multilingües con el fin de crear una red más extensa que favorezca la creación de ambientes de colaboración entre las culturas indígenas y no indígenas. No se puede alcanzar el mutuo entendimiento mientras que los esquemas educativos no combatan la mutua ignorancia entre las culturas que integran sociedades multilingües. Es sólo a través del conocimiento y de la educación bicultural que será posible el desarrollo de una sensibilidad que tome en cuenta al otro como un miembro más de una misma comunidad. Que la educación bilingüe y bicultural se haga realidad no sólo en términos de forma sino de contenido. Entendido el bilingüismo como el dominio pleno de los dos idiomas, el propio y el oficial. Por lo que toca al biculturalismo, debe enseñarse no sólo los valores de la cultura nacional (occidental), sino que el alumno debe iniciarse por el conocimiento de su propia cultura, y por cultura indígena entiendo: la tecnología para el cultivo de la tierra, la organización social para el trabajo, la medicina tradicional, las autoridades internas de la comunidad, el sistema de numeración, la música, etcétera, que en conjunto representan una cosmovisión y una manera de actuar diferente a la de la sociedad nacional. Que es urgente la conformación de una pedagogía de contenido bilingüe y bicultural que contemple la cosmovisión de los pueblos indígenas. [9] El reconocimiento a la autonomía y autogestión de los pueblos de las culturas originarias en México es un tema por el que se han pronunciado movimientos armados recientes como el EPR y el EZLN, así como a lxs activistas y artistas indígenas, mientras que lxs mestizxs hemos permanecido históricamente al margen como mudos testigos, sin comprender que el permanecer al margen nos convierte en partícipes de esta opresión. Hoy la propuesta de una candidata indígena a la Presidencia de la República es una respuesta radical a siglos de opresión colonial que hoy se ejerce con la complicidad de lxs mestizxs. El caso de las otomís Teresa, Jacinta y Alberta es un claro ejemplo de que las violaciones a los derechos de los pueblos originarios a manos del brazo del estado al servicio del capital movilizado por las élites blancas y mestizas de México, tiene que parar. La justicia social es un asunto que compete a todos los miembros de la comunidad. Es tiempo de que hacer esfuerzos en colectivo, acciones conscientes desde el plural, articular movilizaciones desde un nosotrxs. Combatir la normalización de la injusticia debería ser parte de esa responsabilidad inseparable del privilegio de ser mestizxs o blancxs en México. Es necesario que juntxs abramos más puertas a través del conocimiento para el entendimiento mutuo y la colaboración intercultural. Assata Shakur, refugiada política afro-estadounidense en Cuba, ex integrante del Black Liberation Army, nos recuerda el riesgo ante la normalización de la opresión hacia una cultura, pero al mismo tiempo convoca a mantenerse alertas sobre la opresión que está presente en los sistemas y en la cotidianeidad de los contextos sociales. Aquí parte de la conversación que sostuvo durante la llamada con sus abuelxs que realizó dos días antes de escapar de su encarcelamiento en EEUU: “Te amo,” dijo mi abuela. “No queremos que te acostumbres a ese lugar, ¿me oyes? No te permitas acostumbrarte a ello.” Ahora, todos los días en la calle, me recuerdo a mí misma que el pueblo negro en amerika sufre de opresión. Es necesario recordármelo. La gente se acostumbra a lo que sea. Entre menos se piense sobre la propia opresión, se incrementa nuestra tolerancia hacia ella. Después de un tiempo, la gente sólo piensa que la opresión es el estado normal de las cosas. Pero para liberarnos, tenemos que estar agudamente conscientes de que somos esclavxs. [10] La de Shakur es al mismo tiempo una propuesta para una forma innovadora de ver el mundo, pero también una forma alternativa para leer literatura desde el enfoque de la responsabilidad comunitaria de procurar la justicia del lenguaje. Es importante estar agudamente conscientes de las estructuras de poder que están presentes en el acto de lectura de una obra literaria. Es preciso estar plenamente conscientes de todos los procesos involucrados en la producción y distribución del libro que, ya sea por el mero placer de la lectura, tenemos en nuestras manos. Ser conscientes de que el acto de leer en el idioma que leemos puede ser un signo de privilegio y al mismo tiempo un acto político de resistencia. Hoy tomo la frase de Hubert Matiúwàa para celebrar la primera entrega de este humilde espacio que sólo busca el diálogo y la colaboración intercultural para hacer de la nuestra una comunidad literaria que base su fortaleza en la diversidad de su composición como signo de crecimiento y de celebración. Hoy lxs invito a compartir la mesa y compartir la palabra con el fin de alcanzar un horizonte más incluyente para todxs. Compartir y poner la palabra en la mesa. Conversación con Hubert Matiúwàa. A finales de marzo de 2012 fue la primera vez que escuché voces en lenguas indígenas dentro de un encuentro literario. Fue en Los límites del lenguaje en la ciudad de Monterrey, organizado por el colectivo Benerva! en colaboración con el gobierno estatal y federal. En el encuentro escuché a Enriqueta Lúnez leer sus poemas, primero en tzotzil y después en español, y unas horas después a Mikeas Sánchez leer en versiones en zoque y en español. En noviembre pasado fui invitado a participar en un encuentro de poesía que llevó por título Di/Verso, encuentro de poemas en la Ciudad de México. Mientras que yo preferí mantenerme escéptico en tanto a mis expectativas con relación al título, me vi gratamente sorprendido por la diversidad en la curaduría de lxs poetas participantes. En cada una de las mesas de lectura en donde participé había al menos un autor o una autora en lenguas originarias. En mi primera intervención tuve el honor de compartir la mesa de lectura con Hubert Matiúwàa, poeta que pertenece a la cultura Mè´phàà (pueblos asentados en la Región de la Montaña de Guerrero). Estudió la Licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad Autónoma de Guerrero, Maestría en Estudios Latinoamericanos (UNAM). La obra de Hubert ha recibido importantes reconocimientos, siendo los más recientes el “Primer Premio en Lenguas Originarias Cenzontle” y el estímulo para jóvenes creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes de la Secretaría de Cultura del gobierno mexicano. Al escuchar y posteriormente leer la poesía de Hubert advertí una fuerte presencia del concepto de comunidad en los versos que hablan desde un enfoque de resistencia. Inicio con la hospitalidad de la publicación Rojo Siena una serie de conversaciones que tengan como principio el articular intercambios con autorxs que viven en México y cuyas prácticas se fundamentan en una lengua distinta del español. El título para esta serie de entrevistas lo tomo de mi conversación electrónica con Hubert, donde define a la conversación, como dicen en su tierra, como el acto de “compartir y poner la palabra en la mesa”. La versión al español de Xtámbaa = piel de tierra [11] es un cruce de tiempos y caminos, entre la memoria generacional representada por la despedida de la abuela y la estrecha relación que guarda la comunidad con la naturaleza en su entorno. En los poemas de este libro aves hablan al vuelo, y cuentan que el tlacuache otorgó el don del pulque que trajo unión al pueblo Mè’phàà [12]. Traza lazos entre la memoria ancestral a través de la evocación de la ceremonia comunitaria para recién nacidxs y la dolorosa contemporaneidad que ha teñido de sangre las vidas de 43 familias en el estado de Guerrero. La voz poética se construye en torno a la conciencia comunitaria que se hace evidente a través de la defensa de lo que constituye el “nosotros” de la colectividad. Hubert vive en la región de la montaña de Guerrero y yo hoy vivo en la costa sur de California y es desde nuestro posicionamiento en estas latitudes que entablamos una conversación que busca abrir un espacio para el diálogo y la colaboración intercultural. En esta conversación con Hubert pudimos compartir puntos de vista en torno a cómo sucede la producción editorial en México hoy. MAH- Comienzo reconociendo mis privilegios como escritor varón mestizo hispanoparlante. Tras de muchas conversaciones es que he podido darme cuenta cómo opera el sistema invisible de discriminación, pero especialmente al perder súbitamente los privilegios debido a mi cambio de contexto al salir de México y pensarme fuera de mi país. Mi lengua se convirtió súbitamente en una lengua sin ejército, definida así por la gran poeta zapoteca Irma Pineda Santiago, y fue precisamente en este punto de mi trayectoria en que me di cuenta, no sin horror, de mi privilegio como escritor mestizo mexicano. Estas conversaciones me han llevado auto-identificarme como un escritor y traductor cuír bilingüe. En este tenor, ¿cuál es la relación entre cómo decides identificarte y tu escritura? ¿Cuál es la relación entre nación y escritura? HM- Yo me identifico como escritor Mè’phàà, esa es mi nación, es mi territorio, es el lugar desde donde siento e interpreto el mundo, un día me preguntaba qué significaba eso de ser Mè’phàà y le pregunté a un abuelo lo que significa la palabra, él me respondió, sorprendido por mi ignorancia, me dijo - ¿No sabes lo que significa? - Significa -“Hombre trabajador”-. En ese momento no lo comprendí, sino hasta después, cuando entré a la universidad y nos planteamos el problema de cómo y desde donde nos nombramos. En las siguientes líneas, doy un ejemplo que nos puede ilustrar lo que es ser Mè’phàà, supongamos que alguien le pide a un Mè´phàà presentarse ante un público, seguramente dirá: Ikuun ñajú Marcos, que se traduce como: “yo soy Marcos” pero el significado literal de lo que dijo es: yo soy el trabajo de Marcos, ya que la palabra “ñajú” se traduce como “trabajo”, el ser significa “trabajo”, la palabra ñajú [trabajo] corresponde a la construcción de un hacer que nos revela la particularidad de un estar en el mundo con los otros, esto quiere decir que todos estamos en el mundo y en eso somos iguales, tal como nos cuentan los abuelos, somos diferentes en nuestro hacer y este hacer es lo que nos dará el nombre y definirá nuestra particularidad, o sea nuestro trabajo, como el panadero por su trabajo de hacer panes y el de poeta de hacer poesía. En este sentido, el ser Mè’phàà está constituido desde lo colectivo, como sujeto comunitario, uno construye su ser en la búsqueda de su nombre, pero ese ser es siempre ante otros, estos otros comunitarios son los que definirán el nombre con base a la praxis comunitaria del sujeto que busca su nombre, por eso, se debe construir el nombre a través de trabajos comunitarios, asumir responsabilidades, tener la capacidad de hacerse cargo de los otros para el bien de la comunidad. Entonces, yo podría definirme como Mè’phàà que busca su nombre a partir de la palabra. Crecerá mi palabra cada día MAH- Para acotar el foco de la pregunta anterior, ¿cómo definirías tú la relación entre género, sexualidad y escritura; crees que sea importante esa relación? HM- Respondiendo a la pregunta sobre el género, te diré que en mi lengua no existe el concepto de género, te explico: En Mè’phàà, xàbò (gente) se entiende como la carne que habla y en su hablar se hace responsable de otras carnes (personas). Lingüísticamente xàbò significa gente, persona o humano, no tiene sexo. Para nosotros los Mè’phàà, todo tiene palabra, pero el hablar de la palabra de la carne es diferente en relación a la palabra de los animales, ríos y montañas; esto no quiere decir que no se dialogue con ellos, sino al contrario, es la base de una ética en donde confluyen varios mundos. La palabra de la carne es la palabra de este tiempo, es la palabra que se puede poner de acuerdo, sin importar la diferencia entre las lenguas (Na Savi, Náhuatl, Tzotzil, Español, Hombre o Mujer, etc.) lo que importa es que sea carne que habla (xàbò). La palabra de la carne está encargada de cuidar a las demás palabras, por tanto, es la responsable de las cosas de este mundo, de la tierra, los cerros, los ríos y de nosotros (carne), porque habrá un tiempo en donde nos encontraremos todos los seres del mundo (ná mufuíín), ahí todos podremos comunicarnos en una sola palabra y en ese tiempo la palabra de la carne será juzgada por las demás palabras. Si la palabra de la carne no cuidó de las otras palabras, se le reclamará, se le pedirá cuentas sobre su actuar en este tiempo, en donde somos carne que habla (xàbò) gente, por eso hay que vivir con respeto, saber dar y recibir lo justo, por eso, todos somos carne que habla y no tenemos género. Ahora bien, la sexualidad para mi es importante. Nuestra sexualidad es un territorio desde donde hablamos, esto enriquece el saber de nuestra cultura si se camina parejo con otras miradas, por ejemplo, el lugar y tiempo de la poesía de una mujer Mè’phàà es diferente a la mía, el de un abuelo o una abuela, el de un niño o una niña. Todas son miradas que aportan un saber para mi pueblo, entonces creo, que la sexualidad es importante, no como diferencia, sino como otra mirada para entendernos, escucharnos y hablarnos. De la sangre de otro bosque MAH- En algunas obras de escritorxs en lenguas originarias, sin afán de elaborar en generalizaciones, he encontrado que hay una presencia primordial del concepto de comunidad en un rango muy diverso de formas. Y en lo que he leído y escuchado de tu obra, he percibido esa prioridad por enaltecer, expresar el afecto y defender a la comunidad. ¿Cuál es el valor que tu escritura otorga a este contexto? O, dicho de otro modo, ¿cómo se relaciona tu escritura con los vínculos que sostienes con tu comunidad? HM- Creo que en la mayoría de los pueblos está presente lo comunitario, se vive de las más diversas maneras, aunque algunos olvidan esta práctica por la lógica de un sistema mercantil pregonado por el capitalismo. Se olvida pues el cuidado de la vida y de la palabra. Para nosotros los Mè’phàà cuando un niño nace, es pueblo, por ello, cuando una mujer está embarazada, literalmente se dice que carga el pensamiento (jagò edèe) y cuando está dando a luz se dice que está haciendo pueblo (naꞌni xuajín), en esta manera de enunciar se entiende que la y el Mè’phàà nace pueblo, los que nacerán son los que traen el pensamiento. or tanto, aprenden la palabra (ajngáa) para ser pueblo (xuajín) y la responsabilidad que esto implica, entonces la mayoría de los que vivimos en comunidades aun configuramos nuestra identidad a partir de este principio, y creo que debemos cuidar a la comunidad y crearla en todos los espacios de la vida, porque vivimos en un tiempo en donde se ha exacerbado la violencia, por tanto si no cuidamos de nosotros y a la vida, estaremos desamparados. Cada mañana grito al mundo, MAH- Mi experiencia como bilingüe (de lenguas coloniales) al interactuar con obras de autorxs en lenguas originarias ha sido exclusivamente a través de sus traducciones y publicaciones en español o en inglés, y hoy en el marco de un seminario que se imparte en la Sección de Español en el Departamento de Literatura de mi institución. ¿Cuáles son tus ideas en torno a la práctica de la así llamada auto-traducción como herramienta de activismo político? HM- La mayoría de los poetas en lenguas indígenas que conozco, son sus propios traductores. Al nombrar el mundo desde su lengua, nombran su historia, su identidad, escribir en la lengua es en sí mismo una herramienta que lucha contra el olvido y la discriminación. Escribir entonces, se vuelve un acto político que genera esperanza para la cultura de donde se parte para escribir. Por ejemplo; escribir un poema en dos lenguas es complejo, el Mè’phàà y el español son lenguas diferentes, por tanto, nombran el mundo de maneras distintas, porque las palabras tienen una carga simbólica distinta en cada lengua, un territorio, pensamiento y contexto de donde se parte para nombrar el mundo, por tanto, el poeta tiene que buscar las palabras que se asemejen en su significado en ambas lenguas, pero que a la vez no suenen comunes como clichés, en ocasiones no se puede encontrar las palabras precisas para ambas lenguas, entonces se determina para qué lengua se está escribiendo y se continua con la forma simbólica de sólo una y los que escribimos en nuestra lengua lo hacemos desde ella. Pongamos la palabra en el oído del viento, MAH- En su artículo ¿Literatura? ¿indígena?, la escritora y activista mixe, Yásnaya Aguilar Gil, elabora con palabras directas y contundentes sobre la necesidad de una literatura multilingüe para una sociedad lingüísticamente diversa como la que habita el país. La inclusión de obra de autorxs en lenguas indígenas se enfrenta al problema de que tanto los sistemas de producción y distribución editorial, las subvenciones y premios, como las teorías y prácticas de la traducción literaria, como concepto de literatura, están orientados en función y al servicio casi exclusivamente del español. Pluralia, Editorial Diana (durante unos pocos años), Almadía hasta hace muy recientemente, son excepciones que en México han apostado a la publicación de trabajos bilingües por autorxs en lenguas originarias. Hace algunas semanas participamos juntos dentro del programa del Encuentro Di/Verso (¡qué título más trascendente!) en la CDMX. ¿Cómo percibes los esfuerzos del presente por descentrar el español de las literaturas en México y/o Latinoamérica? HM- En nuestro país a partir de la colonización ha sido determinada la escritura de la poesía en la lengua castellana como hegemónica. Es por ello que las lenguas llamadas indígenas han recibido en menor medida las posibilidades de seguir fortaleciéndose en la lectoescritura, y se torna complicado incluso para los hablantes, si bien hablan la lengua, pero no la saben escribir o leer. Es un proceso largo que ya tendrá su tiempo. A esta razón se debe que existan pocas editoriales que se arriesgan en publicar obras en lenguas indígenas. Yo mismo, mi primer libro, lo publicó la editorial Pluralia. La publicación de obras es un punto que se tendrá que trabajar más, para que existan más editoriales en lenguas indígenas, que no nada más publiquen obras literarias sino de todas las áreas posibles. Es loable y necesario el esfuerzo que hacen las editoriales y los escritores por publicar y escribir desde las lenguas indígenas hoy. También, muchos de los espacios que hoy existen se deben a las exigencias de los escritores en lenguas indígenas y otras por las exigencias del contexto, las luchas de los pueblos por el reconocimiento a sus derechos. Hubo quienes abrieron ese camino, como a nosotros nos toca abrir otro. Lo importante es que sigamos caminando de las más diversas maneras que se puedan. MAH- Desde el concepto de la multiculturalidad que enarbola nuestra era neoliberal, desde hace décadas se habla en ámbitos académicos y políticos de la necesidad de una educación bilingüe para las culturas originarias, pero como señala el escritor nahua Natalio Hernández [13], estos esfuerzos no abonan a la colaboración intercultural si no se considera a la cultura en los esquemas educativos. Hace un llamado por una educación bicultural antes que por una educación bilingüe. ¿Qué papel te imaginas que deben jugar en esos procesos educativos las publicaciones de obras literarias en lenguas originarias? HM- La literatura en lenguas indígenas y la publicación de estas, son importantes para preservar una lengua, a partir de ellas se pueden crear estrategias de enseñanza para la comunidad, pero creo que se tiene que ir más allá de eso. Para una educación propia es necesario mapear una epistemología desde la lengua con base en categorías no eurocéntricas. Este mapeo coadyuvaría en la superación de la problemática de la colonización y alienación de los pensamientos indígenas, reconstruyendo la identidad y la voz de pueblos que han resistido diversas amenazas del sistema capitalista (empresas mineras, proyectos de biosfera, etcétera) que han alterado fuertemente las formas de vida del pueblo. Entonces, no es nada más la literatura, sino también es necesario la sistematización de un pensamiento filosófico, epistémico, político, etcétera. La colonización de las culturas mesoamericanas por parte del colonizador históricamente ha desarrollado un proyecto de interminable colonización epistémica y de poder. Occidente se ha autodefinido como una cultura superior, justificando así la violencia y la supresión de lo otro (lo no-occidental). Occidente reafirma su éthos de dominación como totalidad, fundamentado en lo que llamamos pensamiento moderno. Por eso, ésta cultura occidental al igual que la norteamericana reproducen la lógica capitalista y llaman países en vía de desarrollo aquellos países que colonizan y consideran deben entrar en su lógica de dominio. En Occidente vemos que estos conocimientos están reflejados en lo que se llama las ciencias y su validez estriba en las instituciones encargadas de legitimar el conocimiento, por eso existen las universidades que son casas en las que se va aprender y al concluir se da un papel que legitima el saber. La acuñación del método científico como los pasos a los cuales hay que seguir para tener un conocimiento verdadero y único, mismo método se reproduce en todo el mundo, entonces es necesario que como pueblo miremos hacía dentro, hacia nuestra carne, hacia nuestros huesos, hacia nuestra madre y padre Mè´phàà para poder dialogar afuera y crear un proyecto en conjunto, es necesario que empecemos a mirar para contar nuestra propia historia, y sacar de esa experiencia un proyecto educativo. En gusanos de acero bajan MAH- En mi reciente formación en estos temas he aprendido que hay muchos esfuerzos notables en la formación de escritorxs en lenguas indígenas. En el verano pasado me enteré que en la Escuela de Creación Literaria de Bellas Artes de Yucatán se imparte el que es al parecer el único grado académico de escritura en una lengua indígena, en este caso el maya. Desde tu experiencia y trayectoria, ¿cómo imaginas una escuela enfocada exclusivamente, docentes, alumnos, recursos, etc., a la formación de escritorxs y traductorxs en/de lenguas originarias? HM- Yo pienso en una escuela de escritores anclada en un territorio, que no nada más se enseñe a escribir, sino que a pensar desde ese territorio, de manera autónoma, con los propios métodos y maestros que de la experiencia vengan. Como dicen los abuelos Mè´phàà que en el camino es donde conocemos a la carne que habla, y en este camino es donde se construye nuestro nombre, se guarda en la memoria y es la que se encarga de decir qué somos, cuando nos llega el nombre, no ese nombre común, sino ese “otro nombre”, el que estamos construyendo, ese camino lo llamamos “lo nuestro” y tiene su fundamento en este y otros tiempos. Pensar desde lo nuestro nos lleva a cuestionar la manera en que vivimos y practicamos “lo comunitario”, así nos damos cuenta de prácticas que como pueblo debemos cambiar para el fortalecimiento de nuestras comunidades, entonces creo que un espacio de escritura debe mirar hacia dentro y hacia afuera. Pongamos la palabra para recoger el rostro, [1] Una versión inicial de este ensayo fue presentado por el autor como trabajo final en el Seminario “Pueblos Indígenas y Literatura Latinoamericana” impartido por la profesora Gloria E. Chacón en el Departamento de Literatura de la Universidad de California en San Diego.
[2] Anzaldúa, G. (1987). Borderlands: The new mestiza = La frontera. San Francisco: Spinsters/Aunt Lute. p. 81 [3] Barabas, A. M. (2006, 13 de enero) Traspasando fronteras: los migrantes indígenas de México en Estados Unidos, consultado el 20 marzo de 2017. URL: http://alhim.revues.org/605 [4] Hofer, J. & Pluecker, J. (2014). Cómo construir la justicia del lenguaje, Houston, TX: Libros Antena / Antena Books. [5]Aguilar Gil, Y. (2015, 26 de marzo). ¿Literatura? ¿indígena? Consultado el 8 de diciembre de 2016, URL: http://www.letraslibres.com/mexico-espana/libros/literatura-indigena [6] Aguilar Gil, Y. (2015, 26 de marzo) [7] Hofer, J. & Pluecker, J. (2014). [8] Hernández, N. (1998). In tlahtoli, in ohtli = La palabra, el camino: Memoria y destino de los pueblos indígenas. México, D.F.: Plaza y Valdés. p. 79 [9] Hernández, N. (1998). p 88 [10] Shakur, A. (1987). Assata: An autobiography. Chicago, IL: L. Hill. (Traducción del fragmento al español por el autor) [11] Malina, H. (2016). Xtámbaa = piel de tierra. Ciudad de México: Pluralia Ediciones. [12] A principios de marzo de 2017 en una lectura en la Biblioteca Pública de National City en San Diego escuché a la escritora chicana Ana Castillo decir que en su obra ella no escribía en itálicas las palabras que usaba en español porque ella cree que el español no es una lengua extranjera en los EEUU. En acuerdo con Hubert decidimos no escribir en itálicas las palabras provenientes del Mè’phàà, porque precisamente tampoco debería considerársele una lengua extranjera en México. [13] Hernández, N. (1998). In tlahtoli, in ohtli = La palabra, el camino: Memoria y destino de los pueblos indígenas. México, D.F.: Plaza y Valdés. |